¡Gracias y nos vemos pronto!

Desde julio de 2014 cada domingo, sin falta, he posteado algo en este blog. Inició como un proyecto para incluir todo lo que no cupiera en mi tesis y antes de que termine siendo algo donde quepa todo lo que no cabe en el libro que publicaré durante los próximos meses, es mejor darlo por concluido. Igual desde el inicio su temporalidad siempre estuvo supeditada a concluir mi doctorado, así que bueno. Finalmente se le puso punto final y ahora a lo que sigue.

La verdad es que no estoy cansado de escribir sobre abogados, al contrario, creo que es indispensable seguir llamando la atención sobre este gremio y teorizar al respecto. De hecho, este 2019 seguiré escribiendo sobre abogados (un libro sobre deontología profesional), solo viene bien tomarse un respiro de estos espacios, organizar papeles, intentar reinventarse y, tarde que temprano, volver a ver de qué manera se puede socializar el Derecho más allá de las vías ordinarias.

Al día de hoy más de 212,621 personas han pasado por “Entre abogados te veas”. Agradezco sobre todo a los interesados y a quienes me ayudaron con alguna entrada por medio de las entrevistas o siendo coautores.

¡Gracias y nos veremos pronto!

8 preguntas sobre abogados (y algo más) a Sergio López Ayllón

El pasado martes 29 de enero de 2019, en el Centro de Investigación y Docencia Económica, CIDE, tuve la oportunidad de entrevistar a Sergio López Ayllón (Ciudad de México, México 1960).

Sergio López Ayllón es abogado y doctor en Derecho por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), con estudios de posgrado en la Universidad de Derecho, Economía y Ciencias Sociales de París (París II). Desde 2013 funge como Director General del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), institución en la que ha sido Secretario General, Director de la División de Estudios Jurídicos y profesor e investigador. Asimismo fue investigador y Secretario Académico del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM.

En definitiva para quienes intentamos estudiar la profesión jurídica en México desde la sociología del Derecho los textos que, hace ya algunos años, Sergio López Ayllón y Héctor Fix-Fierro escribieron sobre abogados resultan una referencia obligada para poder tener una perspectiva general sobre un tema que resulta urgente pensar y repensar, un tema que, por lo general, pasa inadvertido ante la enorme cantidad de juristas que se centran exclusivamente en una óptica normativista de este fenómeno. Según recuerdo, además de esclarecedores y provocadores, el profundo influjo que tuvieron sus papers marcaron la ruta para trazar unas coordenadas mínimas sobre la abogacía en el país. Saber cuántos abogados existen, su incremento cuantitativo y su decremento cualitativo, conocer a qué se dedican, qué es lo que leen, dónde estudian, etcétera, en definitiva, nos hacen detenernos un momento ante la innumerable cantidad de leyes y de sus incesantes reformas y reflexionar en torno a sus aplicadores.

Cuando podamos estar en posibilidad de comprender que Derecho y operadores jurídicos son productos concomitantes, tal vez, dejemos de sacralizar esta idea tan idílica como falaz que se tiene respecto a nuestro ámbito de estudio y trabajo. Y es que eso es, precisamente, lo fundamental. Saber que así como el Derecho no es algo perfecto, ni sacro, ni impoluto, algo que, por el contrario, es a todas luces perfectible, razonable y que debería estar en constante comunicación con otras disciplinas, también habrá que tener en mente que quienes lo operan están sujetos a una serie de circunstancias contextuales.

Y ahí creo que se encuentra una de las principales virtudes de Sergio, no solo en su trabajo intelectual desde lo jurídico, el cual refleja una amplia conjunción de abordajes multidisciplinares y temáticas variadas, sino también en su actuar cotidiano, en el ejercicio práctico de la profesión. Al compartir diversos amigos en común, en distintas épocas e instituciones, todos coinciden en su sagacidad y su asombrosa intuición para detectar problemáticas y eventualmente encontrar soluciones prácticas. El afamado dicho que afirma que “cuando uno va, algunos ya fueron y vinieron”, no es broma que yo se lo he escuchado aplicado a Sergio aumentado y refinado en más de un par de ocasiones. De ahí que valga la pena nunca perderlo de vista, leyéndolo y escuchándolo, estando al pendiente de su trabajo como académico, como funcionario y como intelectual público. En sus facetas que, a diferencia de muchos otros que lo intentan, ejecuta con una maestría propia de alguien que sabe y disfruta lo que hace.

Agradezco a Sergio López Ayllón su tiempo para tener esta fructífera charla sobre abogacía. Por su capacidad para sintetizar y socializar un fenómeno tan complejo como el Derecho pero, sobre todo, por su disposición para construir mejores prácticas jurídicas que eleven no solo la calidad de sus operadores sino también la de toda una futura generación de profesionistas que enmarcan su trabajo dentro de una misma comunidad política.

A continuación las 8 preguntas sobre abogados, y algo más a Sergio López Ayllón.


1. ¿Qué es lo primero que tienes en mente cuando escuchas la palabra abogado?

Sergio López Ayllón (SLA): Gangster.

2. Menciona el primer abogado o abogada (no importando sean profesionales, profesores, políticos o bien personajes de literatura, series de televisión o cine) que se te venga en mente.

SLA: Mi tío.

3. Si tuvieras la oportunidad de poder volver atrás en el tiempo, ¿volverías a estudiar Derecho?

SLA: Sí porque me ofreció un enorme horizonte de posibilidades, de conocimientos a partir de la simplicidad del Derecho. El Derecho al final tiene que ver con todo y creo que pude aprovechar esa amplia variedad de espectro para introducirme en muchas cosas que, de otra manera, difícilmente hubiera podido realizar..

4. Una de las principales recomendaciones del Informe en materia de justicia cotidiana que hace tiempo realizó el CIDE, y que tú coordinaste, se enfocó en “revisar los programas de formación de abogados y regular el ejercicio de la profesión jurídica”. Me centro en esta última parte, porque parecería que el tema de la colegiación (en específico la colegiación obligatoria) se ha querido posicionar como la panacea para el gremio.

Después de varios intentos fallidos de reforma en la materia, ante una profunda desigualdad en el acceso a la justicia, y un creciente distanciamiento de los operadores jurídicos de la realidad social, ¿no crees que la colegiación generaría otro “cuello de botella” en las dinámicas de la profesión? En general, ¿cuál es tu opinión sobre la colegiación de los abogados?

SLA: Comparto, o más bien creo, que no hay que sobrevalorarla. La colegiación es una herramienta que puede ser útil si está acompañada de otra serie de condiciones. En este momento yo no he sido partidario de la colegiación y menos de la colegiación obligatoria. Creo que hay que trabajar otras vías que tienen que ver en primer lugar con mecanismos de certificación de los abogados que salen de las muchísimas escuelas de derecho y que difícilmente cumplirían con requisitos mínimos de conocimientos. Creo que hay que fomentar la colegiación pero hay que restructurarla de manera tal que no sea un mecanismo que genera una barrera de acceso, sino que sea un mecanismo de certificación de la calidad profesional y fomento a la educación continua de las personas que están colegiadas. Si hacemos esto probablemente en una década o más podríamos pensar si la colegiación obligatoria es una alternativa razonable. Lo que estoy convencido es que tenemos una profesión jurídica de muy baja calidad en promedio y que la mejora de los mecanismos de operación jurídica, de las instituciones jurídicas, pasan por la calidad de los recursos humanos y de la calidad de la formación de los abogados y que una parte de la explicación de por qué no tenemos un estado de derecho sólido tiene que ver con la baja calidad de la profesión jurídica

5. ¿Estás a favor o en contra del uso de la toga en la profesión?

SLA: En general en contra. No me aparece que corresponda a un patrón cultural que haga sentido en el medio jurídico mexicano. Soy un poco más favorable al uso de la toga en la judicatura, no en la profesión.

6. Considerando que el potencial de la licenciatura en Derecho se encuentra relacionado con el hecho de que la economía y la política se rigen en términos jurídicos, ¿qué opinas de que, por lo general, lo cuadros políticos de las clases dirigentes tradicionalmente se encuentran conformados por abogados? Es decir, ¿necesitamos más abogados en la administración pública, o por el contrario sería bueno que otros profesionistas conformen la misma?

SLA: Necesitamos mejores abogados en la administración pública, abogados que conozcan de administración pública, que conozcan de economía, que conozcan de ciencias políticas, que conozcan de regulación, que sepan negociar e innovar… Abogados con otro tipo de habilidades que hoy no tienen los abogados promedio en la administración.

7. En esta serie de emblemáticos trabajos que en 2005 realizaste con Héctor Fix-Fierro respecto a los abogados en México, una de sus conclusiones señalaba que la profesión jurídica mexicana, “si es que existe, no desempeña ningún papel significativo en el proceso de legitimación institucional ni en el gobierno general de la sociedad”.

Quince años después, te pregunto, ¿podrías seguir sosteniendo dicha afirmación o, por el contrario, crees que ya se puede hablar del surgimiento de un sentido efectivo de solidaridad “orgánica” en el gremio?

En cualquier caso, ¿cuál crees que debería su papel de los abogados bajo el actual contexto político que estamos viviendo?

SLA: Hay algunos elementos que me hacen pensar que sí hemos avanzado en esa dirección: todavía de manera incipiente, el rol distinto de los abogados, de las barras de abogados, el papel de los jueces constitucionales, el papel de algunas clínicas del derecho. Creo que encontramos indicios donde la profesión jurídica empieza a jugar ese papel que debió haber jugado hace mucho tiempo y que es el utilizar las herramientas jurídicas para la protección de los derechos y para la consolidación del Estado democrático. Entonces, sin ser extraordinariamente optimista, veo algunos signos alentadores.

8. No tengo la menor duda de que el CIDE ha sido una de las instituciones en México pioneras en la innovación educativa. Por lo menos, en el ámbito jurídico sus métodos de casos y, en general, el sello del trabajo interdisciplinar que los caracteriza ha podido ir permeando no solo distintas generaciones de profesionistas, sino también otros espacios educativos.

Sin embargo, estamos en un país en el que “uno de cada tres universitarios cursa estudios de derecho o contaduría, y en muchos casos el graduado llega al mercado laboral con paupérrimos niveles de habilidades y conocimientos”.  

En ese sentido, te pregunto, ¿qué se te ocurre para diversificar la elección de una carrera en México? O más bien, ¿es deseable que se diversifique? O, en todo caso, ¿qué alternativas imaginas para elevar la formación de los profesionistas en México?

SLA: En general creo que la educación universitaria tiene que modificar ya su modelo. Seguimos manteniendo el modelo de disciplina en estancos, donde hay poca comunicación y poca intercomunicación entre las diferentes disciplinas. Creo que necesitamos una reforma comprensiva de la educación de licenciatura que permita más movilidad, que permita más interdisciplinariedad y evidentemente pienso en el derecho. El derecho debería, como el modelo americano, ser más una etapa terminal de especialización que una disciplina que corre una sola dirección de 4, 5, 6 años. El mundo se está moviendo a velocidad vertiginosa en las nuevas habilidades que requieren los profesionales y yo creo que todo el sistema se va a tener que adaptar a estas disposiciones mucho más rápido de lo que usualmente somos capaces de reaccionar.

A continuación, te diré una serie de nombres conceptos y por asociación me gustaría que respondas lo primero que se te venga a la mente:

Sociología del Derecho Deber
Universidad Paris II Francia
Alejo Carpentier La consagración de la primavera
CIDE Energía
María del Refugio González Maestra
NAFTA La mejor Universidad
Derecho administrativo José Roldan
UNAM Mi casa
Constitución El ideal
Sistema Nacional Anticorrupción Una quimera
Piano Música
Impunidad Guerra
José Barragán Mi profesor
SCJN Mis amigos
Vino tinto Vida
Justicia Cotidiana Una promesa
Jorge Carpizo Un maestro
Derecho Paz
Justicia Lo indispensable
México Mi patria

8 preguntas sobre abogados (y algo más) a Luisa Reyes Retana

El pasado miércoles 30 de enero de 2019, en su casa en la colonia Roma, tuve la oportunidad de entrevistar a Luisa Reyes Retana (Ciudad de México, 1979).

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Luisa estudió Derecho en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y cuenta con un posgrado en Derecho Comparado en la Universidad de Berkeley, en California. Después de pasar varios años ejerciendo la profesión, destacando su paso por la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), desde hace tiempo se ha desempeñado en el mundo de la Literatura, donde ha sido cofundadora de Sicomoro Ediciones y coeditora de la revista Animal. También ha colaborado en Arte al Día, La Tempestad y el semanario Frente. Hace un par de años, su novela “Arde Josefina” ganó el Premio Mauricio Achar / Literatura Random House.

Balzac afirmó que “la novela es la historia privada de las naciones” , y esto resulta más que evidente pues, como diría Javier Cercas la literatura no es solo eso que necesitamos “para vivir de mentira lo que no pudimos o no quisimos vivir de verdad, para enriquecer nuestras vidas, para ensayar el futuro y prepararnos para él o protegernos de él, para vivir del todo” sino que también representa la más sincera queja de una sociedad agobiada por la injusticia , ya que al hacer explícitos los riesgos de un tiempo concreto, escribir se convierte en una forma de protestar. “Sin las ficciones seríamos menos conscientes de la importancia que implica la libertad”, alguna vez escribió o dijo algo así un afamado Nobel español (cito de memoria, quizá me equivoque), pero, en definitiva, las posibilidades de creación, de imaginación, a través de la escritura denuncia contra lo que nos inquieta quedarían ampliamente reducidas.

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Conocí a Luisa, o más bien, el libro de Luisa, o sea a una parte de Luisa, una Navidad que mi amigo Javier Martín me regaló “Arde Josefina”. Tenía un vuelo por delante y decidí llevármelo conmigo. La verdad es que me gustó, no lo pude soltar durante todo el camino, y, para ser sincero, lo que más me había sorprendido es como al ser abogada podía escribir tan bien su primer novela. ¡Vamos!, mucho del tiempo del trabajo que realizo lo dedico a leer cosas que escriben abogados y, no es por nada, pero, por lo general, la prosa resulta bastante estándar, por no decir aburrida, con muchos problemas de sintaxis, y prácticamente tendiente a pasar desapercibidos a los anales de la historia entre un montón de cosas escritas por abogados. Lo que encontré en el libro de Luisa, sin todavía conocer su background, probablemente, fue una novela inteligente, bien pensada, que me conmovió, con algunos destellos jurídicos, habrá que decirlo, una novela sucinta, incluso diría breve pero precisa, que sabe condensar lo necesario para detonar ciertos elementos en sus lectores. Creo. No lo sé, igual es lo lindo de la literatura, que no del Derecho, lo subjetivo, que cada quién pueda hacer un juicio de valor al respecto, o no, no es cierto, eso claramente no es lo que diferencia una disciplina de otra, pero por ahí iba la idea.

En fin, no abordaré en este post el intrincado tema de literatura y Derecho, de Derecho y literatura, que en este espacio, ya se han plasmado algunas ideas, y que ojalá un día pueda hacerlo con mayor calma y rigurosidad, por el momento simple y sencillamente ojalá que como gremio no olvidemos que somos una profesión de letras. Que lo importante no es escribir una novela, o una demanda, o una sentencia, o un paper, sino escribir una buena novela, demanda, sentencia, paper, o lo que sea, pero de calidad. Luisa, es un claro ejemplo de que se pueden hacer las dos cosas. O más bien un tremendo precedente de que cuando se respeta y se le dedica tiempo a la escritura, los resultados serán satisfactorios.

Agradezco a Luisa su disposición y su tiempo para charlar, así como también le doy las gracias por el atrevimiento por escribir ficción (o mejor dicho, buena ficción), por contar sus historias y hacernos no solo imaginar otros escenarios en este mundo sino también más y mejores posibilidades en el uso de nuestro lenguaje.

A continuación las 8 preguntas sobre abogados, y algo más a Luisa Reyes Retana.


1.- ¿Qué es lo primero que tienes en mente cuando escuchas la palabra abogado?

Luisa Reyes Retana (LRR): Ha cambiado varias veces (lo primero que me aparece en la mente cuando escucho la palabra “abogado”). Cuando decidí estudiar derecho, imaginaba voces autorizadas para hablar sobre el significado específico de la palabra “derecho”. Pensaba en el Juez Bernardo Sepúlveda Amor, en mi abuelo, Oscar Reyes Retana. Me parecía el inicio una profesión avocada a la justicia. Conforme pasaron los años, he asociado la palabra también a una profesión avocada al dinero, a los negocios. Luego empecé a escuchar el sonsonete del desprestigio de la profesión y distorsionó mis conceptos medio puristas. Más tarde me pareció una palabra demasiado masculina, en un mundo masculino en el que las mujeres batallamos el doble y obtenemos la mitad. Recientemente, la palabra me habla de la habilidad de abogar, de argumentar, de pensar en soluciones.

2.- Menciona el primer abogado o abogada (no importando sean profesionales, profesores, políticos o bien personajes de literatura, series de televisión o cine) que se te venga en mente.

LRR: Olga Sánchez Cordero y Carlos Reygadas.

3.- Si tuvieras la oportunidad de volver atrás en el tiempo, ¿volverías a estudiar Derecho?

LRR: En las mismas condiciones, creo que sí. Aunque quizá pude aprender a pensar en otros términos estudiando otra cosa, me siento muy apegada a mis estructuras de pensamiento. Hay una ventaja interesante en el absurdo de elegir la abogacía (una profesión que, en esencia, te hace titular de problemas ajenos) que consiste en que los obstáculos se vuelven elementos de complejidad, incluso enriquecen el panorama de un jurista en el ejercicio de su profesión. El conflicto es la materia y se desarrollan una buena variedad de habilidades para tratarlo. Además, disfruté estudiar derecho y trabajar primero como litigante y más tarde como proyectista en la Suprema Corte. Tuve buenos profesores, buenos jefes y muchas oportunidades. El derecho me ha dado mucho. Incluso es posible que sea mi herramienta más versátil en la literatura.

4.- Alguna vez se afirmó que “El arte tiene más verdad que la ciencia” ¿Qué opinión te merece esta idea? Y ¿Qué rol juega la creatividad en el ejercicio de la abogacía?

LRR: El arte tiene más verdad que la ciencia es una frase que tiene tanto espacio para la interpretación que se vuelve controvertida. Coincido en la medida en la que puedo reconocer que un derecho que no tiene a su favor la posibilidad de imaginar supuestos creativamente, tampoco puede ser justo en su aplicación, porque no es capaz de diferenciar. Sin creatividad no hay empatía y en esa medida “el arte tiene verdad”. No me atrevería a afirmar que tiene más que la ciencia, pero sí diría que la creatividad da flexibilidad, profundidad, perspectiva; promueve el respeto, la amplitud de criterio y acrecienta la esperanza.

5.- ¿Estás a favor o en contra del uso de la toga en la profesión?

LRR: Estoy a favor. Pensando, por ejemplo, en jueces, lo veo como un factor igualador entre voces que deben ser imparciales y tener el mismo peso.

6.- ¿Qué nos puede decir el Derecho sobre la literatura? ¿Crees que leer ficciones genera mejores abogados?

LRR: Claro. Leer es nutritivo para la creatividad jurídica de la que hablábamos.

7.- Aunque queda claro que siempre existirán excepciones, por lo general, es posible identificar una cierta aversión a los abogados desde la literatura, también existe un amplio repertorio de casos de abogados que abandonaron su oficio y terminaron siendo escritores, tú, por ejemplo, ¿por qué crees que sucede esto? ¿Qué reflexión puedes hacer al respecto?

LRR: Los procesos del derecho, a la hora de escribir ficción, resultan muy convenientes porque puedes contar una buena historia con una serie de planteamientos problemáticos y sus soluciones o su falta de soluciones. La literatura ya se encargará de que valga o no la pena, de que sea interesante, que esté bien escrito, que importe, etcétera.

8.- A pesar de que el Derecho es una disciplina masculinizada, al día de hoy, se podría afirmar que ninguna profesión dentro de este ámbito pertenece exclusivamente a los hombres. 

Sin embargo, al analizar diversos fenómenos culturales desde una perspectiva diacrónica es posible advertir que las mujeres, de manera irremediable, no solo quedan mal representadas en aquellos puestos en los que un mayor nivel de responsabilidad y de toma de decisiones son requeridos, sino que también es posible descubrir al propio Derecho como un fenómeno que se encarga de excluir la perspectiva femenina dentro de sus diferentes manifestaciones. ¿Qué se puede hacer ante este panorama?

LRR: Desde el lenguaje de las normas de derecho hasta las prácticas profesionales hay instancias de discriminación y exclusión.

Es un ejemplo facilón, pero explica cómo la cultura sexista afecta hasta la voluntad legislativa más bien intencionada de justicia: ( Ulpiano, Roma, hace como 220 años): “la constante y perpetua voluntad de darle a cada quien lo que le corresponde” a pesar de sus silencios (quién da, qué da quien da, cómo se decide, quién recibe y quién quita), sigue repitiéndose (constante y perpetuamente) en las aulas en las que se estudia el Derecho.

Hay algo romantizado en presuponer que sabemos una serie de cosas que derivan de tener la “constante y perpetua voluntad” de dar a cada quien lo que le corresponde. No quedan visibles los sujetos (¿las sujetas?) en la redacción. Lo colmamos con cultura. El arbitrio de quien da, se impone invariablemente sobre el que recibe (la que recibe, el lenguaje siempre en masculino como primera instancia de discriminación/exclusión). ¡Es un tema que amerita varios tomos!

A continuación, te diré una serie de nombres conceptos y por asociación me gustaría que respondas lo primero que se te venga a la mente:

ITAM Escuela
Sicomoro Mi editorial
Arde Josefina Primera Novela
Torreón Mi ciudad favorita
SCJN Mi último trabajo formal
Berkeley El mejor año de mi vida
Arturo Zaldivar Presidente de la Corte
Laura Restrepo Mi escritora favorita
Constitución Un documento abierto
Alondra de la Parra Mi mejor amiga
Los adioses Rosario Castellanos
Familia Refugio
Ciudad de México Mi hogar
Trabajo doméstico Hay que hacerlo
María Álvarez Cómplice
Feminismo Mi bandera
Cuarta transformación Una posibilidad
Literatura Mi pasión
Derecho Herramienta
Justicia Aspiración
México La arena de la batalla

Viñeta sobre abogados y derechos de los animales

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“Dice que quiere un abogado”


Viñetas sobre abogados

8 preguntas sobre abogados (y algo más) a Iván de la Garza

El pasado día jueves 17 de enero de 2019, en una cantina en el casco antiguo de San Pedro Garza García, tuve la oportunidad de entrevistar a Gabriel Iván de la Garza Santos (Monterrey, Nuevo León, 1979).

NoticiaThumb.jpgIván es abogado por la Facultad Libre de Derecho de Monterrey (FLDM), Maestro en Gestión Pública y Gobernabilidad por el Instituto Universitario Ortega y Gasset y Maestro en Derecho Público por la Escuela de Graduados en Administración Pública y Política Pública del Tec de Monterrey. Desde hace tiempo se encuentra realizando su tesis doctoral en la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL) en la cual investiga los temas del Juicio Político en México, responsabilidad de los servidores públicos y rendición de cuentas. Su actividad profesional siempre ha combinado la academia y la investigación con el ejercicio práctico de la abogacía, este último preponderantemente dentro de la procuración de justicia, fungiendo un rol preponderante en la implementación del sistema penal acusatorio así como el Modelo de Gestión para su operación y del proceso de reorganización institucional.

Comenzaré diciendo que Iván es mi mejor amigo y, por ende, a partir de ahí cualquier descripción que haga de su trabajo seguramente se encuentra alterada por eso. Sin embargo, a lo largo del tiempo (ya casi diez años de aquel fructífero encuentro en la ahora extinta Procuraduría de Nuevo León, a la que asistí a su oficina para que me aconsejara eligiendo tema de tesis de licenciatura), he podido ir descubriendo en su persona, precisamente, que el valor de una amistad no solo radica en compartir sino y sobre todo en la posibilidad de discrepar y de aprender y tolerar juntos.

En estos tiempos supuestamente tan álgidos y polarizados creo que sobre comentar aquella anécdota bochornosa en la que Iván, el maestro de la Garza, en substitución del maestro Gerardo Puertas, en aquel lejano tercer semestre de mi carrera, nos impartió una clase de derecho constitucional en pleno desafuero del, quién diría, actual presidente de la República. Unas sesiones que, en retrospectiva, valoro (aunque me haya terminado saliendo) y antes que nada me hace repensar los caminos que hemos seguido. Digamos los procesos de maduración, o quizá simple y sencillamente de envejecimiento, o transición hacia otras dimensiones, explorando opciones y decidiendo lo que, en definitiva constituye la vida. Decía un clásico poco recordado que “morir es cosa fácil, lo difícil es hacer vida”. Tal vez, pero solo tal vez, me doy cuenta que Iván además de ser alguien que aprecio, escucho, disiento, al final encuentro coincidencia en su persona al compartir una visión de este trayecto anclada en evitar ser aplastado por la realidad. De ahí, los amigos, el mezcal, la literatura, el buen cine, la inconformidad, por qué no el Derecho, la música, sobre todo la música. Puede ser que eso fue lo que al final nos terminó por descubrir… Aunque es sabido, no todos conocen que Iván toca el bajo y tuvo un mítico grupo de rock alternativo (en aquellos años todos tocábamos rock alternativo).

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Anécdotas sobran (gasolineras fantasmas, pantalones rotos, sesiones en el pepper, triunfos y derrotas en el patanegra, carnes asadas, bullying, mucho bullying), amigos suyos que ahora son mis amigos y viceversa, mezcales nos faltan, apodos abundan, proyectos inacabados que todavía estamos por planear, infinitas recomendaciones a seguir. Yo no tengo pena en decir que lo mejor de mi trabajo es trabajar con Iván, aunque cada vez coincidamos menos, y quizá ideológicamente (a mi pesar) concordemos más, es broma, o no. Tampoco miento cuando a cada generación de estudiantes los interrumpo para decirles que tienen en frente a uno de los mejores constitucionalistas de la región, que lo aprovechen, que no se salgan de su clase, o que si se salen, después lo intenten descubrir por otros medios.

Bolaño decía que Mario Santiago fue su mejor amigo, su mejor amigo lejos. Que era un ser rarísimo. Que en realidad parecía haber bajado de un ovni hacía un par de días. Estoy seguro, pero cien por ciento seguro, que en algunas ocasiones mi mejor amigo habrá pensado eso de mi. Lo que no sospecha Iván es que lo que yo he pensado de él, es que, en todo caso, él es el pinche ovni. El me ha abducido y presentado un sinfín de cosas que yo ni siquiera tenía en el radar. Por eso, con mi compadre, la deuda es infinitiva, por ser el primero que me puso sobre la mesa una libro de Abramovich y Courtis, una visión política de la Constitución, la idea de que el tequila toma con cerveza, compartirle una pasión tardía por los Tigres, ofrecerme una interesante relectura de Lasalle, Ferrajoli, Sartori, Bobbio, pero sobre todo Bolaño, Camus, Coetze, y Houellebecq.

A Iván le agradezco su tiempo, y su sinceridad. No ha habido un solo día que por más trabajo, pendientes, o apuros que tenga, me ha dejado de aconsejar, mandar un meme, ayudarme a poner un sobrenombre, recomendar lo que en definitiva se tiene que recomendar. Imagino eso, al final del día, es ser amigos. Ayudarse a sobrellevar lo absurda y difícil que muchas veces resulta compartir un mismo tiempo y espacio. Así, el fundamento de esta amistad no es otra que “la comprensión de que la vida es absurda no puede ser un fin, sino un comienzo”. O algo así, dijo Camus.

A continuación las 8 preguntas sobre abogados, y algo más a Iván de la Garza.


1. ¿Qué es lo primero que tienes en mente cuando escuchas la palabra abogado?

IDLG: Lo primero que tengo en mente cuando escucho la palabra abogado es a mi papá.

2. Menciona el primer abogado o abogada (no importando sean profesionales, profesores, políticos o bien personajes de literatura, series de televisión o cine) que se te venga en mente.

IDLG: También pienso en mi papá.

3. Si tuvieras la oportunidad de poder volver atrás en el tiempo volverías a estudiar Derecho?

IDLG: Sin duda. Es una carrera con la que he tenido algunos altibajos. Primero me enamoré por lo que veía en mi casa, por una idealización de la figura del abogado; luego con el paso del tiempo me desencanté, pero que una vez que pude ver más allá de las cuestiones formales y reconocí el carácter transformador que puede tener la profesión, logré una reconciliación plena. Así que la respuesta es que sí volvería a estudiar Derecho.

4. En tu concepción de lo que rige la profesión y el Derecho, ¿Ves alguna relación entre los abogados y los actuales modelos de Democracia Constitucional?

IDLG: Sí, me parece que los actuales modelos de democracia constitucional tienen características que sólo se pueden entender desde la teoría del Derecho y en esto los juristas son indispensables. Pensemos en los aportes que los abogados han hecho a la idea de la Constitución como un límite para el ejercicio del poder público, para la garantía de los derechos fundamentales, para la solución pacífica de los conflictos entre todas las opciones electas democráticamente. Sin la intervención o la mediación de los abogados no podríamos comprender los contenidos de los principios que permean a la democracia constitucional.

5. Una de tus áreas de especialización como jurista es el derecho constitucional sin embargo desde hace años ya sea como consultor abogado o bien como funcionario público haz dedicado tu carrera profesional al ejercicio del derecho penal ¿Cómo le sirve a los abogados el derecho constitucional al ejercer el derecho penal?,  o de manera más general, ¿qué tan bueno o qué tan malo es el derecho constitucional para el ejercicio práctico de la abogacía?

IDLG: Yo incursioné en el derecho penal por una casualidad primero en la licenciatura me gustó mucho el derecho constitucional luego entré más en el área de ciencia política y políticas públicas y por circunstancias entré a trabajar en la fiscalía y después de varios años de trabajar en la fiscalía empecé a trabajar en la implementación de la Reforma Penal. Ante una reforma tan importante como esta, me di cuenta es que sin ser penalista se podía entender su trascendencia cuando se piensa en clave constitucional. Es decir cuando tienes una reforma penal que lo que busca es evitar la concentración del poder, que tiene como eje rector el respeto, la protección y garantía de los derechos humanos, es mucho más sencilla entenderla desde el punto de vista del derecho constitucional.

6. Esta pregunta se la hago a todos a partir de la estética de la profesión ¿Estás a favor o en contra del uso de la toga en la profesión jurídica?

IDLG: Vamos a ver, creo que la pregunta puede tener distintas dimensiones a partir de las cuales se puede responder. Si se quiere responder nada más del punto de vista estético formalista es decir la toga como forma de disfrazar lo que está debajo de la toga, me parece que estoy en contra. Pero si se quiere pensar en la toga como una manera de igualar a todas partes que están en litigio pues me parece que es un ejercicio interesante democratizador.

7. Por lo general, el rol que realizan los abogados lo ejecutan en complicidad con el sistema en el que se desempeñan, perpetuando un sinfín de postulados empatados con la obediencia y la colaboración de las estructuras jurídicas, ¿están los abogados en una posición importante para poder impulsar la transformación social, o por el contrario su profesión se los impide?

IDLG: Yo creo que hay una vertiente en la formación de los abogados en donde los hace profundamente conservadores pero creo que también hay otra vertiente de los abogados que los puede hacer verdaderamente transformadores de la realidad a través del Derecho. Lo pienso desde el punto de vista, otra vez, con el ejemplo de la implementación de la Reforma Penal en donde quienes participamos en ella teníamos que llevar a cabo un proceso súper creativo, teníamos que imaginarnos reglas que, aunque podías tener un referente en otros países, tenías que pensar en cómo podía ser la regla para nuestro país, para México.

Cuando tenías que pensar en una forma nueva para hacer las cosas que tal vez nunca se habían hecho en el país y que a la mejor desde el punto de vista de los abogados más tradicionales te decían “oye eso que estás planteando nunca se va a poder” pero desde el punto de vista transformador el gremio de los abogados tenemos un compromiso de cambiar las cosas, de aportar para contar con un sistema de justicia que garatnice los derechos de las víctimas, imputados y demás involucrados en el proceso penal. Y aquí yo creo que hay un elemento bien importante que es pensar en el abogado, no necesariamente como un litigante sino como alguien que facilita esa relación entre el Derecho y la comunidad, si tú estás pensando en el abogado como un facilitador entre las reglas que conforman todo el régimen jurídico y la comunidad y no te piensas como alguien transformador del Derecho en realidad lo único que estás pensando es en cómo mantienes el estatus quo y no en realidad como lo puedes transformar para beneficio de todas las personas.

8. Como profesor de Derecho desde ya algunos años y sobretodo con los obstáculos que enfrentas al tratar transmitir el Derecho a las nuevas generaciones, ¿cuál crees que deba ser el perfil de los futuros abogados en nuestros días?

IDLG: El futuro abogado tiene que ser un abogado que piense más allá de estrictamente lo que tiene que ver con las reglas que le enseñan en la escuela creo que tiene que ser un abogado formado humanísticamente tiene que un abogado que le dedique tiempo a leer novelas, cuentos, filosofía. Tiene que ser un abogado enterado de la historia de su país, tiene que ser un abogado que está enterado de lo que está pasando en el mundo y yo creo que relacionándolo con la pregunta anterior tiene que ser un abogado que no pueda apostar a mantenerse en el estatus quo sino que tiene que pensar en qué le puede aportar a la comunidad , en cuál es su responsabilidad con las personas que tiene enfrente y no nada más frente al cliente.

A continuación, te diré una serie de nombres, conceptos y por asociación me gustaría que respondas lo primero que se te venga a la mente: 

Red Hot Chili Peppers Flea
Juicio Político Una tarea pendiente para México… Y para mí
Procuración de justicia Una función indispensable del estado para tener una sociedad en paz
Camus Mi referente filosófico, alguien que me ayuda a levantarme todas las mañanas
Facultad Libre de Derecho de Monterrey Mi casa
Garro Funk Mi pasado y ojalá también fuera mi futuro
Mezcal Doble, por favor
AMLO Esperanza
Teoría de la constitución Una forma de entender las cosas que pasan en el día a día
Roberto Bolaño Una felicidad compartida con mi mejor amigo
Nuevo Sistema de Justicia Penal Un pendiente para el país
Pedro Torres Maestro
Monterrey Un lugar que me costó trabajo querer, pero que con el paso del tiempo he aprendido a agarrarle cariño
Roma Pecho apachurrado
Constitución Mi objeto de estudio
Michael Núñez Alguien que me enseñó a entender la Constitución
Justicia Una aspiración que tienen todos los mexicanos y todas las personas que habitan este planeta y que los abogados tenemos un compromiso por ayudarlos a conseguirla
Derecho Creación súper ingeniosa del ser humano para no matarnos entre nosotros
México Mi patria
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Meme sobre abogados y Bird Box

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Sobre la preposición “so” y los abogados

“a”, “ante”, “bajo”, “cabe”, “con”, “contra”, “de”, “desde”, “en”, “entre”, “hacia”, “hasta”, “para”, “por”, “según”, “sin”, “so”, “sobre” y “tras”. Las preposiciones que nos enseñaron de niños que, sin embargo, ahora la RAE ha aumentado. Las cuatro relativamente nuevas son: “durante”, “mediante”, “versus” y “vía”.

Todo bien, cada quien sus mañas y sus muletillas. Ahora bien, en la revista Algarabía del mes pasado, que tiene como eje temático al ratón Mickey, me encontré un interesante texto sobre el uso de la introvertida preposición “SO“.

Según me informo… Proveniente del latín sub., un primer significado de esta palabra significa “bajo” o “debajo de”, otro, refiere a la contracción de señor…

El artículo me dejó pensando pues en la primera parte del mismo decía que casi ya nadie la usa pero yo la escucho todavía bastante dentro del gremio de los abogados. Mayor sorpresa al encontrarme la alusión a los abogados al finalizar el texto.

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Arcaísmo, se titula el artículo. Abogañol, le llamamos los abogados. So pena de incurrir en algún uso incorrecto del habla.

Los 10 posts con más visitas durante 2018

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La verdad es que ha sido buen año. No me puedo quejar. De los mejores que he tenido en mis 32. Terminé la tesis, me doctoré y salí en memelas de Orizaba. Muy agradecido con la vida por tantas alegrías y metas tan trascendentales. El blog, como ya he dicho, no tardo en cerrarlo, espero ya para finales del próximo mes, darle cuello. Y empezar a idear algún otro proyecto afín que pueda sustituir este espacio que tanto cariño le tengo, en fin…

Por lo pronto, a manera de recuento y porque ya llevo cuatro años haciéndolo… A unas horas de terminar el año, los números de ·Entre abogados te veas· durante 2018 fueron los siguientes:

  • Visitaron esta página: cincuenta y nuevo mil seiscientas cuarenta y nueve personas.
  • Publiqué 52 nuevos posts.
  • Los cinco países de donde vinieron más visitantes fueron:
    1. xico
    2. Estados Unidos
    3. Ecuador
    4. Colombia
    5. Argentina

Como, siempre, muchas gracias por visitar, leer y comentar. Los diez posts con más populares fueron…


10. Cinco datos que no conocía sobre Ronald Dworkin

9. 8 preguntas sobre abogados (y algo más) a Tatiana Clouthier

7. 8 preguntas sobre abogados (y algo más) a Javier Martín Reyes

6. A propósito de Una novela criminal de Jorge Volpi. O Florence (Cassez) + The Machine, una reseña criminal

5. 49 novelas legales, una lista compilada junto con Luisa Reyes Retana

4. 8 preguntas sobre abogados (y algo más) a Josep Aguiló

3. 8 preguntas sobre abogados (y algo más) a Rodolfo Vázquez

2. 8 preguntas sobre abogados (y algo más) a Pedro Salazar

1. 8 preguntas sobre abogados (y algo más) a Leticia Bonifaz

8 preguntas sobre abogados (y algo más) a Javier Martín Reyes

El pasado martes 28 de noviembre de 2018, en el Salón Covadonga, tuve la oportunidad de entrevistar a Javier Martín Reyes (Ciudad de México, 1986).

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Javier Martín es abogado por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y Licenciado en Ciencia Política y Relaciones Internacionales por el CIDE, además cuenta con una maestría en la Universidad de Columbia, y es doctorante en el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM. Actualmente se desempeña como Profesor Asociado en la División de Estudios Jurídicos y Coordinador de la Licenciatura en Derecho del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE). Sus principales líneas de investigación están relacionadas el derecho constitucional, la laicidad, los procesos electorales, así como con el estudio empírico de las cortes y los jueces.

En momentos en los que parecería que disentir no es bien visto. O más bien, en una coyuntura donde cuesta trabajo entender que la crítica, más allá de afinidades y simpatías, de filias y fobias, resulta fundamental para pensar mejor y construir mejores alternativas. Yo, sinceramente, agradezco tener la oportunidad de tener a alguien como Javier dentro del mismo ambiente profesional. De alguien, del que siempre aprendo y me ayuda a comprender mucho mejor diversos temas. Creo que, además de su desmedida generosidad y apremiante intensidad, Javier conjuga y entiende muy bien el Derecho desde una perspectiva mucho más amplia. Aunque a veces, creo que se le va de las manos lo de sus estadísticas (estoy seguro que en estos momentos está replicando que me pasa lo mismo con mi literatura), lo de creer mucho en el Derecho constitucional (estoy seguro que en estos momentos está replicando que me pasa lo mismo con la teoría del Derecho)y las referencias al sistema estadounidense (estoy seguro que en estos momentos está replicando que me pasa lo mismo con el sistema español), lo cierto es que, muy de vez en vez, me termina convenciendo…, igual esto no lo ha logrado con la elección popular de jueces, una idea distorsionada que tengo sobre el laicismo, y el uso de la corbata.

No puedo negar que Javi es uno de mis mejores amigos y que, por ende, escribo estas líneas desde el aprecio. Sin embargo, confieso que para mi Javier me resulta una de las mentes más brillantes de mi generación. Él y Estefanía Vela, como ya lo había escrito en su entrevista. Yo creo que perfiles como el de ellos son bien necesarios en la academia, en el país, cada uno a su estilo y en sus temas, pero en definitiva, cuando ahora abundan los expertos en cualquier tema, existen algunos que tuvieron la osadía de estudiar ciertos temas cuando nadie hablaba de ellos, que llevan literalmente años estudiando tanto las implicaciones técnicas como las coyunturas materiales de ciertos aspectos que hoy en día parece que son moneda de cambio. En lo personal me da gusto que Javier esté en la academia, que vaya formando cuadros de futuros profesionales del Derecho con el rigor y la generosidad que lo caracterizan, y claramente más gusto que sea desde el CIDE al lado de otros grandes profesores. Más allá de que en verdad creo que el ámbito idóneo para personas tan inteligentes como Javier es la academia, algo que refuerza mi argumento es que precisamente desde esta trinchera es donde se puede criticar. Difícilmente serán las instituciones. Recuerdo que cuando Javier estaba en Columbia, después de ser funcionario público en el Tribunal Electoral por varios años, y comenzó a armar todo lo de la #LeyDeCuates para evitar que se ampliara el mandato de 4 magistrados de Sala Superior, ciertos involucrados con una mente tan estrecha como las infografías que se manejan, se inconformaron y le reprocharon prudencia. Claramente no entendieron un carajo, no entendieron que esto no era un asunto personal, ni que, al final, lo que se pretendía era cuidar un poco la institución que ahora ellos mismos se han encargado de ensuciar. En fin, no tengo la menor duda que Javier tiene algo que decir y desde la academia su voz resonará con mucho más eco. Habrá que estar al pendiente.

Me quedo corto si contara anécdotas, que iniciaron desde uno pinches noodles en los suburbios neoyorkinos, pasando por la tercera sala, Garibaildi, Puebla, Parras, el Cova (en el que precisamente se realizó la entrevista que a continuación se relata y en el que también coincidimos con un próximo subgobernador del Banco de México), amistades en común, mezcales, vinos, debates, discusiones, hasta hace un par de semanas que acabamos de publicar un artículo en coautoría. Así que me limito a decir, ¡salud!, pocas cosas tan valiosas en esta profesión como compartirla con mi admirado y querido amigo, por muchas batallas, fallos (que no fallas), durante muchos años más.

A continuación, las 8 preguntas sobre abogados, y algo más a Javier Martín Reyes.


1. ¿Qué es lo primero que tienes en mente cuando escuchas la palabra abogado?

Javier Martín Reyes (JMR): Lo primero que pienso es fracaso. Cuando necesitas un abogado, cuando formalizas un problema, cuando llevas un litigio, es porque todas tus otras alternativas ya fracasaron. El litigio, los abogados, en parte son eso: la expresión de la falta de acuerdo, un conflicto no solucionado.

2. Menciona el primer abogado o abogada (no importando sean profesionales, profesores, políticos o bien personajes de literatura, series de televisión o cine) que se te venga en mente.

JMR: Samuel del Villar.

3. Existe la idea bien arraigada en el imaginario de que si uno estudia para abogado es porque es malo para las matemáticas, o porque nos dan miedo los números. Contrario a eso, desde tu posgrado en Columbia, te has venido enfocando en realizar estudios empírico-analíticos respecto al fenómeno jurídico-político.

Recién leía una nota que afirmaba que 59% de alumnos de sexto de primaria durante el sexenio de Peña Nieto no cuentan con comprensión en matemáticas, y se me ocurría que quizá dicha cifra pueda, eventualmente, influir o encontrar correlación con la gran cantidad de personas prefieren las ciencias sociales frente a las ciencias exactas. ¿Qué nos puedes decir al respecto? ¿Están las humanidades peleadas con los conocimientos objetivos y verificables? ¿El Derecho peleado con las matemáticas?

JMR: Creo que habría que hacer distinciones importantes. Primero, a veces se repite una idea que, creo, está profundamente equivocada, relacionada con que “la ciencia” y “lo objetivo” necesariamente tiene que tener una base cuantificable. Es muy fácil hacer una asociación entre ciencias exactas o duras y la cuantificación, por un lado, y las ciencias sociales o las humanidades y lo cualitativo, por lo otro. Creo que eso es un error. Si nos tomamos en serio la idea de ciencia, lo relevante no es si puedes cuantificar o no puedes cuantificar, lo relevante es si puedes explicar los fenómenos en términos de causas y efectos. Uno de los problemas que hemos tenido en las ciencias sociales, al menos en ciertos espacios, es pensar que hacer algo cuantificable nos hace, per se, más objetivos, más exactos. Y así se nos olvida la relevancia de lo cualitativo para las ciencias sociales. Pienso, por ejemplo, en el caso de la etnografía. Algunas de las mejores explicaciones del fenómeno del crimen organizado, sobre todo a nivel local, no son los estudios estadísticos –que importan– sino las etnografías tratan de entender y explicar lo que pasa en el orden local.

Una segunda cuestión. Para mí, el problema más grande del derecho no es la falta de matemáticas o de métodos cuantitativos. El problema del derecho es su alejamiento de la realidad. Cuando dejas que el derecho se vuelva solo un sistema de normas abstractas que poco o nada se conectan con la realidad, creo que sí caes en uno de los peores vicios de nuestra cultura jurídica. Para mí el formalismo es eso: cerrar los ojos a lo que esta pasando más allá del expediente. Para entender la realidad creo que las matemáticas sirven, pero con ciertas limitantes. También tendríamos que tener otro tipo de estudios: de sociología del derecho, de antropología jurídica, estudios obviamente de política judicial.

Ahora, el problema de estar peleado con las matemáticas –y esto creo que ya es un tercer punto– no es un problema solo del derecho. Ese es un problema de la educación en México en general. Cuando tú puedes tener alumnos de primaria, secundaria y preparatoria que no pueden entender ni los conceptos más básicos de matemáticas, quien pierde no es el derecho, quien pierde es la sociedad. Hay muchas cosas –hasta de la vida diaria, si quieres– que sí tenemos que pensar en términos de lógica matemática, de probabilidad. Creo que aquí la culpa un es doble. Sí, hay un problema en el sistema educativo básico; sin duda hay un problema con la educación jurídica. Pero quizá también del lado de las matemáticas lo que ha faltado es micha labor como para hacernos ver que hay ciertas cosas que no son tan complejas como lo pensábamos.

Pienso, por ejemplo, en algo muy sencillo en materia electoral. Hay una cosa con un nombre espantoso: la fórmula del “cociente natural” y el “resto mayor”, que utilizas para hacer asignaciones de representación proporcional. Si tú ves cómo está redactada en muchas legislaciones –tanto en la LGIPE como las leyes locales– es un procedimiento que parece barroco, largo y enredado. Pero en el fondo es una regla de tres. No tiene ningún tipo de complejidad. Un alumno de secundaria tendría que poder hacerla. ¿Cuál es el problema? Que los términos en los cuales se plantea la fórmula y como está redactada, sumada a nuestro anumerismo, hace que muchos piensen que eso es física cuántica. Ahí hay algo que es muy paradójico. Los abogados de entrada no somos buenos para las matemáticas, y cuando le metemos fórmulas a problemas jurídicos los fraseamos de una manera tan complicada que lo único que hacemos es reforzar este estereotipo de que las matemáticas sí son bien difíciles. Y yo estoy convencido de que el nivel de matemáticas que necesita un abogado no va a ser ni de cerca el que requiere un físico o un economista. Pero sí necesitamos un entendimiento básico de conceptos fundamentales para poder operar con la realidad.

Para mí eso es lo trágico; no que haya pocos “papers” con números, gráficas y regresiones, sino que incluso en las cosas más básicas no veamos la utilidad o necesidad de la lógica matemática.

4. Una de tus áreas de especialización es el derecho electoral, una disciplina en donde se entroncan y conviven las cuestiones políticas con las jurídicas. Sin embargo, en tiempos recientes parecería que México invariable y burdamente prima la primera sobre la segunda. Casos como #LeyDeCuates, o el #Morenagate, develan una profunda politización de la justicia. ¿Cuál crees que debería ser el rol de los operadores jurídicos frente a este panorama?

JMR: Déjame ser aquí un poco pesimista. Creo que durante mucho tiempo pensamos –y no solo nuestra generación sino quizás sobre todo la generación anterior, la que hizo la transición– que la juridificación de la política y, sobre todo, la judicialización de la política y de las elecciones era un proceso lineal. Si leemos las obras canónicas de las reformas electorales, hay una idea de que todo fue un avance paulatino, con aciertos, con errores, con avances, con retrocesos, pero siempre parecía que una reforma electoral nos hacía avanzar en términos generales, y así llegamos al 97 o al 2000. Parecía que esa lógica de regular, de crear normas, de crear instituciones de garantía era la que nos llevaría al paraíso de la democracia. La justicia electoral fue un pilar fundamental de esa transición, y durante mucho tiempo pensamos que bastaba la construcción de un tribunal electoral a nivel federal y tribunales locales de las entidades federativas, que eso nos iba a garantizar esa separación entre derecho y política que no habíamos tenido por muchísimos años.

Lo que la realidad nos ha demostrado –y que además en su momento muchos lo advirtieron– es que estos procesos no son lineales. En cualquier órgano hay un riesgo de captura. Pienso en cualquier órgano regulador de competencia económica, de telecomunicaciones: ahí siempre hay un riesgo de captura porque tienes una concentración de facultades y de intereses que hace que los afectados tengan incentivos para capturar al regulador. En materia electoral el problema es doble: no solo tienes los incentivos para capturar, sino que además quienes son regulados son quienes designan a los reguladores, a los órganos de garantía. Lo que hemos visto, por desgracia es que –por lo menos en el caso de la justicia electoral– lo que ha sido paulatino a partir del 2006, 2007, y en adelante no ha sido esta consolidación de las instituciones y de las normas, sino la consolidación de la captura, sumada a un marco normativo con tremendos problemas. Y eso creo que ha sido un golpe con la realidad; un darnos cuenta en dónde estamos y qué se necesita.

¿Qué tienen que hacer los abogados frente a esto? Lo primero son los procesos de selección. Si el gremio de los abogados y la sociedad civil en general no ponen un énfasis muy importante en la designación, si no están dispuestos a invertir capital político para pelear por mejores procesos de designación, la cosa no va a funcionar. También creo que si algo nos demuestra todo el proceso que hemos visto durante los últimos años es que el mejor sistema normativo no aguanta malos operadores –y viceversa, tampoco los mejores operadores con un marco malo pueden funcionar–. Yo creo que la batalla es doble. Sí, hay que pelear por lo normativo, tenemos muchos problemas en ese orden, pero hoy la batalla debe ser más por tener a los perfiles idóneos en las posiciones clave. El gremio lo ha intentado, pero creo que se podría hacer muchísimo más. Las instituciones están hechas por personas y esa es realmente una contención insustituible.

5. A partir de tu formación como politólogo y abogado, ¿crees que los abogados deben saber más ciencia política o que, por el contrario, los politólogos deben conocer más Derecho?

JMR: Yo creo que las dos cosas. Pero déjame ser políticamente incorrecto. Hay una idea por ahí, instalada en muchas instituciones, sobre que lo interdisciplinario consiste en que los alumnos conozcan de todo un poquito. Es decir, los abogados deben tomar contabilidad y finanzas, como la toman los contadores y los financieros; economía como los economistas y psicología como los psicólogos. Y así nos seguimos con la lista de disciplinas. Yo creo que la formación en cualquier campo no es una colección de disciplinas. Un buen abogado no es alguien que sabe un poquito de contabilidad, un poquito de finanzas, y mucho de derecho; como un buen politólogo no es el que sabe un poquito de sociología, un poquito de psicología, y mucho de ciencia política.

Creo que hay la formación general que debe darse en las etapas previas. En la secundaria, en la preparatoria, necesitaríamos eso: un buen conocimiento de historia, un conocimiento básico sobre economía, etc. En la educación superior lo hay que buscar es la intersección de las disciplinas. Y creo que, por desgracia, la ciencia política y el derecho no son el mejor ejemplo de trabajo interdisciplinario. Quizás quienes mejor lo han hecho son quienes hacen derecho y economía o análisis económico del derecho. Ahí tienes una disciplina que requiere que tomes un poco de matemáticas, cálculo, microeconomía; y que tengas además bases de teoría del derecho, de contratos. Requieres conocimiento de ambas disciplinas, pero lo que estas haciendo ya en análisis económico del derecho es algo diferente, y el producto de ahí creo que es bastante más interesante de lo que podrías hacer con el conocimiento independiente de las dos materias.

Regresando a tu pregunta, para mí lo ideal sería, por ejemplo, si pensamos en materia electoral, constitucional, un trabajo que se tome el derecho en serio y, al mismo tiempo, que reconozca que el trabajo jurídico opera en un contexto político que te impone ciertas restricciones y ciertas posibilidades. Lo que hoy tenemos es, por ejemplo, muchos estudios de ciencia política que toman como objeto de estudio a los jueces y a los tribunales, pero que asumen que el derecho no importa, que asumen que se comportan igual que los legisladores y el presidente, que todo es un tema de preferencias ideológicas, políticas o partidistas. Ese trabajo creo que, con todo respeto, se queda muy lejos de reflejar la complejidad de los fenómenos jurídicos y judiciales. Y por el otro lado tienes trabajos desde el derecho en los cuales cualquier desviación de los cánones tradicionales de interpretación, se interpreta como una politización ¿Cuántas veces no escuchamos que este asunto no se resolvió conforme a derecho por “cuestiones políticas”? Pero apelar a las cuestiones políticas así, en genérico, sin poner nombre y apellido, sin poner actores, reglas, instituciones e incentivos, creo que también es el otro lado de la moneda en términos de la falta del acoplamiento de las dos disciplinas. Entonces lo que a mí me gustaría ver tanto en la ciencia política como en el derecho son trabajos que entiendan las restricciones de los actores políticos, con sus preferencias, que son importantes, pero que al mismo tiempo entiendan que el derecho cuenta y cuenta mucho. Si los abogados se dedican 4 o 5 años de su vida a estudiar derecho y además trabajan y se meten a despachos y acumulan conocimiento, no es por ocio, no es porque –perdóname la palabra– sean tontos, es porque el derecho tiene su propia lógica y porque el derecho sí limita. Eso es algo fundamental que a la ciencia política le hace falta entender. ¿Qué le hace falta al derecho? Entender que la política es algo que tiene sus propias reglas, que son diferentes, que operan con otra lógica. El reto sigue estando en acoplar las disciplinas. Quienes sí nos han enseñado que se puede es toda la disciplina del análisis económico del derecho.

6. ¿Estás a favor o en contra del uso de la toga en la profesión jurídica?

JMR: En principio, en contra. Déjame ponerlo así. Si hoy estuviéramos pensando que lo que necesita México es un tribunal constitucional diferente a la SCJN a mí me parece que imponer la toga sería una cosa absurda. Si hoy la discusión fuese si ciertos tribunales o jueces que no usan toga deberían usarla, también se me parecería ridículo. En un contexto así, más que un símbolo, una solemnidad o un ritual, creo que lo que tendríamos sería un disfraz. Entiendo que, en ciertos contextos, por una cuestión de tradición, se utilice la toga; y ahí me parece que puede servir para reforzar cierto tipo de distancia, de imparcialidad, de igualdad. Creo que la toga, por ejemplo, en un órgano colegiado lo que puede hacer es eso: homologar, simbolizar que todos son iguales. Pero sí creo que cuando no tienes una tradición del uso, y de repente la implementas, honestamente terminas más bien haciendo una caricatura de lo que quieres hacer. Entonces, en el contexto mexicano, diría que no. No es lo importante; discutamos otras cosas que sí lo son.

7. No me cabe la menor duda de que tu libro sobre las reformas en justicia cotidiana vislumbra un sentimiento de insatisfacción generalizada respecto al papel que el sistema funge en la vida diaria de sus usuarios.

En lo personal, celebro que se llame la atención sobre la urgente necesidad de armonizar y centrarnos en las reformas, pero echo de menos el componente funcional, es decir, en específico el de los abogados. Digo por ahí encontré referencias a la colegiación y otras alternativas, pero no sé si durante años nos hemos enfocado exclusivamente en reformar las reglas, pero nunca en quienes las aplican y las utilizan. La pregunta en concreto es ¿cuál crees que debería ser la relación entre los abogados y los actuales modelos de democracia?

JMR: Yo creo que hay como tres cosas. Lo primero que dices es muy cierto, o sea, siempre se habla de este fetichismo por lo legal, por las reformas legales o constitucionales, por el poder desmedido de las leyes. A mí la impresión que me da es que a veces perdemos de vista lo siguiente. El problema no es necesariamente que los abogados o los legisladores tengan una idea de que la legislación es omnipotente y que todo lo va a resolver. Yo honestamente creo que ya casi nadie, estas alturas, lo piensa. Hay una cosa bastante más elemental, quizá más triste: las reformas son muy baratas. En muchos casos, hacer una reforma para los legisladores básicamente tiene un costo igual a cero. Y, en cambio, genera beneficios: les sirve para vender que están haciendo algo, resolviendo los problemas. Si vemos bastantes reformas no es porque los operadores sean particularmente naifs en los alcances que tendrán, sino porque es una manera barata de vender “soluciones”, pero que en el fondo lo que estas haciendo es simular.

La verdad, cuando escribí el libro de Reforma en materia de justicia cotidiana, me topé con que los artífices de las reformas tenían una preocupación muy genuina del estado de cosas. Los datos nos dicen que estamos no mal, sino muy mal, en términos de estado de derecho, de acceso a la justicia, de protección de derechos. Las escasas materias en las que estamos relativamente bien –por ejemplo, en transparencia– son áreas en donde los avances están en duda en el contexto actual. Por eso creo que las reformas eran importantes, necesarias.

Ahora, ¿cuál es el problema? Que éstas son reformas que, en su mayoría, se han quedado a medio camino. Hay una reforma constitucional que establece la facultad del Congreso de la Unión para legislar en x, y, z materias. Y olvídate de la implementación, de la operación y de lo funcional; no tenemos ni siquiera la legislación secundaria. Son reformas que de alguna manera son una mera posibilidad, Quizás algún día los legisladores hacen su trabajo; quizá entonces tendrán un impacto las reformas; pero quizá nunca ocurre. Este tipo de omisiones debilitan al derecho, a la Constitución y al procedimiento de reforma constitucional.

¿Qué más nos hace falta? ¿Hay un problema con los operadores? Sí, una de las cosas trágicas del proceso de reformas en materia de justicia cotidiana es que desde los primeros foros se enfatizó que había que hacer algo con la enseñanza del derecho y con la profesión jurídica en general. Y esas son reformas no se concretaron. Yo no sé si la mejor alternativa sea la colegiación. A mí me queda claro que una colegiación mal diseñada, mal regulada, lo único que puede hacer es privatizar aún más el ejercicio de la profesión; creo que se podrían generar costos considerables con pocos beneficios. Quizá la certificación podría ser la solución, pero de nuevo las preguntas son: ¿Qué certificación? ¿Quién certifica? ¿Cómo certifica? Ahí está lo fundamental.

Lo tercero es que somos muy malos en la implementación. Quienes trabajan en políticas públicas sí nos llevan una ventaja muy considerable, porque ellos ven la legislación y las reglas formales solo como un punto de partida. Entonces, ¿qué es lo que hace falta en materias de justicia cotidiana? Pues faltan buenas normas, faltan buenos operadores, buenos procedimientos, buenas evaluaciones; dicho de otro modo, nos hace falta todo. Y no nada más en materia de justicia cotidiana, el sistema penal es lo mismo. ¿Cuántas reformas no hemos hecho para tener, para bien o para mal, un sistema adversarial, con unos principios muy bellos que están en el artículo 20 constitucional, con un Código Nacional de Procedimientos Penales, con una Fiscalía teóricamente autónoma? Pues eso poco sirve si no capacitamos a jueces, si no capacitamos a los abogados defensores, si no capacitamos a los fiscales, si no trabajamos en la capacitación de la policía.

A veces creo que genuinamente la pregunta es: ¿cómo esto sigue “funcionando” a pesar de nuestras deficiencias en puntos fundamentales ¿Cómo con un sistema de justicia penal que sirve para poco sigues teniendo relativos niveles de orden social en ciertos espacios? Pero ese tipo de preguntas no son normativas, No las vamos a resolver analizando las normas constitucionales, legales, reglamentarias. Hay unos objetos de estudio que creo que no hemos terminado de entender. Y parece que el éxito de cualquier reforma, de cualquier política pública implica, que conozcas cuál es el contexto en el que estas operando. Me da la impresión de que ahí, en general, vamos todavía muy lento.

8. Como director de la carrera de Derecho de una de las instituciones más importantes del país, ¿cuál crees que deba ser el perfil de los futuros abogados en nuestros días?

JMR: Quizá estoy siendo un poco no sé si pesimista, si radical o quizá estoy exagerando mucho, pero creo que no solo en Derecho sino en muchas disciplinas, el papel de la universidad en general tiene que ser muy distinto. Creo que cuando tu y yo estudiamos y, sobre todo, cuando la generación anterior estudió, la universidad, las clases, los profesores lo que aportaban en buena medida y su principal función era transmitir información y conocimientos. El docente tenía un papel fundamental que era tomar un conjunto de datos, de información, de saberes, de teorías y transmitírselo a sus estudiantes. Y eso era importante porque había muchas menos fuentes de acceso. Creo que eso ha ido cambiando con el paso del tiempo. Yo no creo, por supuesto, que la universidad vaya a desaparecer y que, con internet, Jstor y Coursera todo vaya a cambiar, pero sí es cierto que hoy en día un alumno que quiere aprender cierto tipo de materias, de conocimientos y demás lo puede hacer de manera mucho más fácil, con extraordinarias fuentes de información. Esa capacidad de ser autodidacta es mucho mayor.

Creo que, si la universidad quiere ser, en general, relevante, si quiere adaptarse a los cambios, el papel fundamental de la universidad y del docente no se puede seguir siendo transmitir información. Y yo sí creo que hay dos cosas que ni las mujeres fuentes electrónicas ni los mejores cursos en línea te pueden solucionar. Uno, el desarrollo de habilidades, que implican trabajo constante, supervisado, con orientación, con pedagogía en todos los niveles –en argumentación, en interpretación, en métodos cuantitativos, en métodos cualitativos, en términos de derecho procesal–. Y dos, la dimensión ética, las convicciones, los valores, la convicción que tendría que tener cualquier abogado, sea de sector público, privado, social, academia, o lo que sea. No es algo que vas a aprender en un monitor, ni con los mejores libros, ni con los mejores videos, cursos, lecturas o actividades.

Entonces ¿cuál creo que debe ser el papel de las universidades? Esas dos cosas. Uno enfocarse en el desarrollo de habilidades, que sean relevantes para la profesión jurídica. Los alumnos tienen que aprender a operar y hacer cosas con el derecho, a entender la realidad y dar soluciones, a tener casos enfrente. Ahí sí creo que los docentes podemos hacer mucho. La otra es enfatizar la dimensión ética de la profesión, que en el caso del derecho no creo que sea una cuestión menor. Tenemos que seguir dando muy buenas clases, sí; tenemos que seguir reclutando a los mejores profesores; tenemos que seguir vinculando a los alumnos con espacios interesantes de incidencia. Pero también debemos entender que el papel de las universidades tiene que ser muy diferente al que tú y yo y las generaciones pasadas vivimos en su momento.

A continuación, te diré una serie de nombres conceptos y por asociación me gustaría que respondas lo primero que se te venga a la mente: 

Juego de Tronos Un curso de ciencia política
Amazon Van a ser el mercado en el futuro
TEPJF Decepción
#LeyDeCuates La claudicación
CIDE Mi casa
Reguetón​ Igualitario, a veces
Café Combustible de todos los días
Constitución Más norma y menos aspiración
Vetusta Morla Mi grupo
Análisis cuantitativo Necesario, pero no suficiente
UNAM Mi otra casa
Justicia Cotidiana Algo que puede ser pero que todavía no es
Pedro Salazar Ética y técnica
SCOTUS Un derecho pragmático y serio
Joaquín Sabina Terapia
Sergio López Abogado todoterreno, pero no como los otros
Laicismo La batalla que habrá que dar
Justicia Derecho
Derecho Justicia
México Nuestra comunidad, de donde somos y a donde vamos a estar

 

Sobre la defensa de mi tesis doctoral

El pasado viernes 14 de diciembre 2018, a las 11:30am, en la Universidad Carlos III de Madrid, en Getafe, España, defendí mi tesis doctoral: “Entre abogados te veas” Aproximación multidisciplinar en torno a la figura del abogado y análisis iusfilosófico sobre su proyección en la teoría del Derecho contemporánea. 

El tribunal que me evaluó estuvo conformado por:

  • Manuel Atienza, catedrático de la Universidad de Alicante
  • Roberto Saba, profesor de la Universidad de Buenos Aires y de la Universidad de Palermo
  • Silvina Ribotta, profesora de la Universidad Carlos III de Madrid

Al final decidieron por unanimidad otorgarme la máxima calificación, sobresaliente cum laude.

La verdad es que han sido grandes días, en compañía de gente que significa mucho para mí. Muchas gracias a tantas personas por el apoyo y el acompañamiento durante todos estos años.

Dejo por acá el índice general de mi trabajo

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Y, un parrafito de los agradecimientos, porque contiene una cita de Bolaño que me gusta mucho.

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P.D. Desde el inicio de este blog (que llevo actualizando ininterrumpidamente cada domingo desde el 2014), pensado para incluir todo aquello que no cupiera dentro de la tesis doctoral, afirmé que una vez que la terminara de escribir, lo cerraría. Esto sigue en pie, sin embargo, si esto fuera un partido de fútbol, digamos que estaríamos sobre el minuto 90 y que aun queda algo de tiempo de compensación.